Mientras nuestra Asturias patría querida sigue en blanco (como la noche), la candidatura de San Sebastián a la capitalidad europea de la cultura del año 2016 se está empezando a mostrar como una más que correcta obra coral apoyada en la idea fuerza de su proyecto: las olas de energía ciudadana.
En democracius no sabemos a ciencia cierta si nos gusta San Sebastián (nunca hemos estado allí) pero sí sabemos que nos gusta el trabajo que están haciendo: porque, como algunas otras ciudades, –Santander, Cáceres, Málaga y Córdoba-, lo están haciendo bien en muchos sentidos; y, sobre todo, nos gusta porque creemos que se lo creen.
Y sólo que se lo crean ya nos da envidia, y de la buena. Nos da envidia ver a Odón Elorza liderando activamente la candidatura; nos da envidia ver a los ciudadanos, a las instituciones y a las empresas vascas apoyando el proyecto (también el diario El Correo Vasco, primo hermano por parte de Vocento del asturiano El Comercio); nos da envidia ver que su logotipo se apellida Chillida; nos da envidia leer su página web en polaco (y en euskera, y en inglés, y en francés, aunque no entendamos nada); nos da envidia ver cómo se construye el programa de la candidatura en torno al plan estratégico de la ciudad de San Sebastián; y nos da envidia, y mucha, que a La Concha vayan llegando, poco a poco, esas pequeñas olas de energía ciudadana.
Aún así, como siempre, todavía hay algún loco en cualquier chigre de Cimavilla que diz que «les oles eses de energía guipuzcoana no tienen na´que facer en cuanto equí en les Asturies se ponga en marcha la mareona cultural que están pergeñando les mentes pensantes: que pa algo son pensantes, y pergeñan, y programen, y además el Sporting ta en primera y va a poner lo de asturies 2016 en les camisetes y va a sabelo to dios que vea la televisión». Mucha sidra y mucho tiempo necesitariamos para verlo. Y eso en el mejor de los casos.
Por cierto, parece que en Gijón alguna mareona, y no precisamente deportiva, tuvo efectos secundarios y ha dejado la ciudad salpicada de inquietantes y sospechosos saleros. De momento la única certeza que tenemos al respecto, Doctor Mateo dixit, es que con tanta sal se corre el riesgo de padecer hipertensión arterial, enfermedades cardíacas y accidentes cerebro-vasculares*. Ahí es nada.
Y retomando el tema, ya saben: o el Coro Minero de Turón espabila o será el Orfeón Donostierra el que, por creérselo, dé el concierto allá por el 16. Concierto vasco, claro. Y europeo.
Habrá que ir a que nos guste Donosti.
* De hecho, cuenten que el mismu de Cimavilla que topó con la idea fuerza de la mareona cultural, tuvo otru mareo na más salir de la sidrería y ver el primer saleru colgando de les faroles: «Vilo claro. Xixón tien que tener una mascota fuerza, con salero, y el oso Furacu, más conocido desde ahora como Furaco el saleroso, tien to lo que se necesita pa ser la mascotona de Xixón: ye grande, republicanu y en Madrid piensan que ye famila de Yogi, el otro osu asturianu. Hay que hacei una estatua en la laboral. Eso o soltalu por la calle Corrida con Paca y Tola. Ye la única manera de salir en les portades de los periódicos y ye cojonudo pa los turistas», sentenció. Y volvió a marease, esta vez junto a la estatua de Arturo Arias: «Asturias 2016. Ye posible. También con sal».
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