Jovellanos 2011

De reflexión post-electoral, y aprovechando que el Piles pasa por Gijón, colocamos en democracius, cual electo victorioso,  una cita de Jovellanos que al pelo viene:

«Que la perfección de la política prende de la instrucción sólo podrán dudarlo aquellos que por este nombre no entienden otra cosa que el arte de conducir una intriga, o sea una negociación. Para éstos, la previsión, astucia y el disímulo, son los únicos auxiliares de este arte, que en último resultado se reduce al arte de engañar. Establecer en él principios les parece vano y aun peligroso, pues que siendo su primer objeto el interés momentaneo del negociador, todos sus preceptos deben ser forzosamente versátiles y acomodaticios y, por consiguiente, podrá sí admitir algunas máximas, mas no deberá ni podrá reconocer algún principio.

No fuera dificil persuadir que aun para esta especie de política es absolutamente necesaria la instrucción. Si debe dirigirla la instrucción, ¿cuánto más alcance tendrá la del hombre instruido que la del ignorante, aun suponiéndoles el mismo genio? Si la astucia, ¿quién duda que será más perspicaz, más atinada, más diestramente artificiosa la del primero que la del segundo? Y aunque el disimulo parezca menos dependiente de la instrucción, ¿no es, sin embargo, cierto que ella podrá perfeccionarle, dando mejor colorido a los pretextos, más fuerza a los sofismas y más honesta apariencia al angaño?

Pero yo prostituiría mi razón y agravaría a la de mis lectores si bajo el nombre de política comprendiese tan miserable y funesto arte. Más nobles, más dignos de ella son sus objetos. La política considerada como el arte de gobernar los pueblos no puede tener otro que el de su felicidad. (…)»

Jovellanos. Discurso sobre el estudio de la Economía civil (1776)

 

NOTA 1: Damos fe de que el primer párrafo del texto citado de Jovellanos es de Jovellanos y no de un editorial atrasado de LNE.

 

NOTA 2: A veces la política también puede ser música

 

NOTA 3: Este año se conmemora el segundo centenario de la muerte de Melchor Gaspar de Jovellanos. Nos  hemos dado una vuelta por el sitio web del bicentenario jovellanista y tenemos que decir que, efectivamente, y con todo la consideración y respeto merecido, les ha quedado muy del siglo XVIII.

 

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